Sunday, July 16, 2006

Big Fish

Cuando pasé al lado de la pecera me pareció que el pez gordo me miraba. Boqueaba como un humano gordo en un día sofocante de verano después de haber comido demasiado cuando apenas pueden respirar. Los he visto y la actitud del pez gordo era la misma. Como los hemos alimentado demasiado solemos bromear con el tema. Creo que sentimos un poco de desprecio por el pez gordo. Cuando mi madre se los regaló a su nieto era solo el pez grande que acompañado por otros tres chiquitos y simpáticos quedaba como un primo grande y un poco tonto.
Le hice el comentario a M. imitando al pez (poniendo cara de pez gordo) y teniendo el mente lo que habíamos hablado con una amiga acerca de la incomprensible y tan vez inexistente inteligencia de los peces.
Tal vez sea eso lo que me haya hecho mirarlo la segunda vez cuando me pareció que estaba nadando al revés y que al percibir que lo miraba se enderezó súbitamente. Me acerqué a la pecera pero el pez me miraba y hacia su cara de gordo otra vez. Alcance a pensar "Ese pez quiere decirme algo" antes de empezar a contar. Uno. Dos. Tres. Falta un pez. Falta un pez! Si hay algo que uno no espera que falte en una pecera, es un pez, sobre todo si no tiene un gato. Una imagen de abducciones de peces por extraterrestres se disparo en mi cerebro antes de que lo viera, atrapado por una planta de plástico. A esa altura ya desconfiaba del comportamiento de los peces, temía una trampa o algo peor. Por eso me quedé prudentemente mirándolo a distancia hasta corroborar que efectivamente estuviera atrapado. El resto carece de misterios para quien conoce las clásicas simulaciones de los peces. Al meter el cuchillo montaron una escena de peces asustados que había que verlos. Luego improvisaron cualquier cosa, uno parecía revisar al pez liberado mientras este hacia como que nadaba contra una corriente muy potente, otro hacia como que buscaba algo debajo de las piedritas. Delante de ellos el pez gordo me miraba de costado con su mismo papel de hacia unos minutos pero a esta altura ya era evidente que se había equivocado y no se animaba a ponerse de frente a riesgo de descubrir el engaño.

No, no voy a dejar de comer pescado