Thursday, December 14, 2006

Qponm of the Jungle

39.5
El sábado Qponm voló de fiebre, se despertó comportándose como un alucinado y hablando a a una velocidad increíble. Miré a mi madre con los ojos como platos y le dije en tono de "esto no es una consulta"
- El auto. Vamos a la guardia. Ya.
10 ml de Ibupirac y solo recuerdo al gordo sentado sobre mis piernas, el auto frenando en el hospital y a Qponm protestando porque tardaban mas de cinco minutos en atendernos.

-Anginas.- Dijo la doctora cuando finalmente logramos inmovilizar al salvaje que a los gritos partía a mordiscones el palito de madera y escupía los pedazos ladeando la cabeza. Ok, el sueño de verlo otra vez corriendo en patas y con los pelos al viento sobre la playa extensísima se había desvanecido. Tenia en mis manos a un niño que volaba de fiebre casi todo el tiempo, me miraba con sus pupilas dilatadas y en los momentos en que la fiebre le bajaba me palmeaba la espalda y me acariciaba la cabeza como compadeciéndome.

Así pasamos cuatro días, la fiebre fue mas baja a medida que iban pasando, pero la sola idea de encontrarme en medio de la ruta, de noche y con Qponm haciendo acrobacias con su temperatura corporal me hacia, cada vez, esperar hasta el siguiente para volver. Y eso que tenia el invalorable apoyo del Dr. Doyle al que llamé el sábado a la noche y le dije:
- Estoy solo en esto, necesito apoyo...
- Logístico.- contestó.
A partir de ahí lo llamé una vez al día con preguntas muy precisas acerca de la medicación y con la curva de fiebre diaria, preguntandole por que el antibiotico aún no hacia efecto.

Salimos apenas alguna mañana y alguna tarde aprovechando el cruce de antipiréticos que lo dejaba en estado controlado un par de horas. Pero parecía un pollito mojado y se agotaba de nada. Compramos Barney en la playa. Armamos el árbol. Hicimos asado. En algún momento sugirió comprar malvaviscos. Solo faltaba la nieve, el frío y algo de blanco azulado en el exterior en lugar de esa calurosa mezcla de amarillo, celeste y verde que nos rodeaba.

Cuando volvíamos el martes a la mañana con todas la ventanillas abiertas, 20 botellas de agua mineral y termómetros y medicamentos varios fue que finalmente lo vi. De pie en el asiento de plástico del comedor de la YPF, con los pelos todos parados de dos horas de viento, sucio de tierra, agua y mocos, comiendo un sandwich de miga con las dos manos con una voracidad renovada. Qponm de la selva. Casi como lo había deseado. Volvi a darle distancia y caminamos uno al lado del otro de regreso al auto donde terminó su helado de frutilla con mi gorra NIke clavada hasta la nariz.

Nanook

PD: De regreso nos esperaba una harpía berreta con una estrategia sucia y pueril, cocinada bajo el sol del tigre. Pero eso es otra historia.

2 comments:

Caperucita said...

uta q susto me has dado!!!

me alegra montones q George of the Jungle esté mejor , y que el susto haya pasado.

lo bueno, es que vos estuviste a su lado, pendiente, mimandolo, cuidandolo y acompañandolo, tal como lo hacen los papás.

el pepino peronista said...

"When he put his arms around me
he gave me fever I couldn't bare
he gave fever...
fever in the morning
fever when you hold me tight
fever!"